JAVIER SÁNCHEZ MÁRQUEZ – La fiesta de Orfeo


traduzione a cura di Tamara Garcia

Javier Sánchez Márquez, usted es un experto en cine y folk-rock. ¿Qué le impulsó a dar el salto de la no ficción a la ficción y escribir su primera novela?

La literatura siempre ha sido mi objetivo, pero no es fácil entrar en este mundo. Coincidió que, como periodista, me plantearon la posibilidad de escribir una biografía de Simon&Garfunkel, coincidiendo con la reunión del dúo en 2003 y la gira mundial de 2004. A continuación pensé que era un desafío interesnate escribir algunos libros de corte biográfico pero con tratamiento muy literario, casi como si fueran novelas. Y así surgieron, entre otros, los libros sobre Sinatra y el Rat Pack o el de Elvis. Tras varios años escribiendo este tipo de obras decidí que ya era hora de plantarme y atreverme con una novela pura.

Peter Cushing, actor britànico conocido por su participación en películas históricas del terror y en la famosa “Guerra de las Galaxias – Una Nueva Esperanza” del ’77 de George Lucas, es uno de los protagonistas del suyo “La Fiesta de Orfeo”. ¿Cuál es la razón por la qual decición?

Siempre me han encantado las novelas y películas de misterio y terror, y desde muy niño Cushing representaba al héroe perfecto para este tipo de historias. En los papeles de Sherlock Holmes, Abraham Van Helsing y otros aventureros alcanzaba una combianción perfecta de hombre racial y de acción a un tiempo, además de ser simpático, caballeroso y elegante. Creo que es el Dean Martin del terror; un actor muy “cool”.
¿Cómo se documentò en modo de hacer creíbles tanto los protagonistas de su novela, en algunos casos inspirados en personas reales como los actores Peter Cushing, Boris Karloff y otros, quanto el Londres de los años ’50, donde gran parte de la historia se lleva a cabo?

Leyendo libros y revistas, estudiando detalles de entrevistas, y sobre todo viendo muchas películas y algunos documentales. Me gusta empaparme de la forma de hablar de los personajes reales, su forma de moverse, de mirar, de vestir, de andar. De esa forma no sólo quería recrear a esos actores reales, sino dotar a los personajes ficticios de características de otros actores. Se coja por donde se coja, es una novela marcada por el cine.

La “Fiesta de Orfeo” está llena de referencias cinematográficas y literarias, desde la época dorada de Hollywood a dar con las películas de Hammer Films, El Exorcista y aún las novelas de Umberto Eco ¿Se trata de un trabajo sólo para cinéfilos y lectores de género horror y misterio o permite el disfrute de un lector ocasional?

En absoluto, es una novela dirigida a cualquier lector al que le guste pasarlo bien con una novela de misterio. Es verdad que está llena de “guiños”, de “pequeños tesoros escondidos”, pero estos no influyen en la trama, son como los “bonus track” de un disco. Los aficionados al cine o la literatura de terror encontrarán en ellos una diversión adicional, y quien no los capte no perderán información alguna. Estas referencias no fueron algo premeditado, sencillamente me resultaba divertido echar mano de pequeños guiños mientras iba escribiendo. Así, es una novela sobre cine (la película maldita), en un marco de cine (ambientada en el rodaje de la Hammer) y con “cameos” de cine.


Usted aborda la cuestión del contagio a través del arte, tema atractivo que se encuentra, sólo para nombrar unos pocos, en el cine en la película In the Mouth of Madness de John Carpenter y en la literatura en Lullaby de Chuck Palahniuk ¿En que modo su libro dice algo nuevo al respecto?

Lo que más me interesaba era reflexionar sobre el poder del medio audiovisual. Tradicionalmente, desde la Biblia al Necronomicón o Mein Camp, cada vez que alguien –Dios, hombre o demonio- ha querido lanzar un mensaje influyente lo ha hecho a través de la literatura, sin embargo, es evidente que no hay nada tan efectivo, por muchas razones como el audiovisual, ya sea cine o televisión. Esa idea me ronda la cabeza desde que era niño y vi por primera vez el musical ‘Jesus Christ SuperStar’. Al final, Judás le dice a Jesús: “If you’d come today you could have reached a whole nation / Israel in 4 BC had no mass communication”. Eso me hizo pensar siempre que si el Diablo quisiese enseñar “su doctrina”, la lógica bíblica nos lleva a imaginar que se opondría a Dios, que buscaría el camino fácil; si Él usó un libro, Lucifer debía recurrir al cine…

En su novela se dice que el género de terror ya no será lo mismo después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración ¿Crees que algo ha cambiado después de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 que conmocionó al mundo?

Creo que sí que han cambiado las cosas, pero no sólo por el 11 S, sino por la propia evolución de la sociedad. Hoy nos sentamos a comer en familia ante un televisor encendido en el que vemos imágenes de guerra, de gente muriendo de hambre, de suicidios, de ejecuciones… Cada vez es más difícil asustar al espectador con imágenes, porque desde niños nos acostumbramos al horror visual, y estamos inmunizados. Eso tiene su lado bueno: se está volviendo al terror de las ideas y los conceptos. ¿Qué nos asustaría más, despertar en una casa con un asesino como Jason Voorhees (‘Friday 13th’), o en nuestra cama y descubrir que todo el mundo ha desaparido a nuestro alrededor? Personalmente me resulta más aterradora y estimulante la segunda idea.
¿Debido a que los representantes del mal, los antagonistas de sus héroes, son satanistas? No es una opción muy kitsch, la idea de una secta de encapuchados que se reúne a sacrificar hermosas jóvenes y preparar la venida de Satán?

Desde luego que lo es, era eso lo que quería. ¿Hay algo más kitsh que las películas de Hammer Films, o las novelas de Edgar Wallace? Mi intención era escribir una historia que funcionase como el guión perfecto de una película de Hammer… sobre la primera obra de terror de Hammer. Intenté que todo en la novela, desde el estilo a la forma de hablar recordase a esa época, los últimos años 50, a los misterios de Wallace o incluso de Conan Doyle. Sólo me di una licencia al final, cuando dejé que mi pasión por John Carpenter explotase… literalmente.
¿Usted cree en la existencia del Bien y el Mal en forma real, concreta y personificada como son descritos por las religiones oficiales?

No, no creo en un Dios con barba blanca y un Lucifer con cuernos y rabo. Pero me crié en esa cultura, la aprendí de niño y algunos conceptos me interesan desde un punto de vista social, histórico y antropológico. Además, y dicho con todo el respeto, a grandes rasgos, la Biblia es un thriller magnífico. Tenemos a Dios, que acaba desterrando a su hijo favorito por rebelarse. Y no tenemos muy claro además si esa rebelión era para bien o para mal de los hombres. Quedan entonces abiertos dos frentes, que chocan en diversas “batallas” a la espera del duelo final… ¡Es genial! Las figuras de Dios y de Lucifer son muy seductoras. Pero no, no creo en ellos. Hace ya tiempo que aprendí que mi único dios verdadero es un viejo tuerto y borracho que se llama John Ford.
¿Qué le inspiró para crear su Lucifer, el ángel caído que aparece entre los personajes de su La Fiesta de Orfeo?

Hay dos niveles de creación. Para crearlo a nivel conceptual (respecto a sus acciones, su comportamiento, sus decisiones), intenté ser fiel a lo que siempre he interpretado del Lucifer original, el descrito en la Biblia. Y en ese sentido debo decir que me siento muy feliz de haber recibido el respaldo de un lector muy especial, un jesuíta especializado en historia bíblica, que elogiaba la recreación luciferina en la novela por su fidelidad a la tradición cristiana del tema. En cuanto al nivel físico, a sus apariciones en la trama, hice un curioso combinado en mi mente entre varios Luciferes “canallas” cinematográficos, desde el encarnado por Robert De Niro en ‘Angel Heart’ al de Gabriel Byrne en ‘End of days’ (terrible película pero singular interpretación), pasando por el de Al Pacino en ‘The devil’s advocate’. Bueno, y debo reconcoer a lo largo de mi vida he conocido a alguna que otra persona bastante… espeluznante.

Hollywood es el mismo origen de la película maldita en torno al cual giran los acontecimientos de la novela ¿El mundo del cine es, pues, una fuerza capaz de corromper y eso es todo?

El cine es capaz de lo mejor y de lo peor, de las obras más bellas y las más horribles, de inspirar actos divinos y empujar a otros infernales. El cine es, en mi opinión, la quintaesencia del arte, la plasmación última del corazón y el alma humana a través de una creación. La literatura está en el cine, y la pintura, y la música, y la escultura, y el teatro, y la arquitectura… El cine fue la última de las artes en aparecer. Se aprovechó de todas las anteriores, las engulló, las digirió y dio a luz al séptimo arte -o novena maravilla del mundo. No olvidemos que la octava es, desde 1933,  King Kong-. Si un niño se tira por la ventana creyendo que puede volar, ¿es culpa de haber visto ‘Superman’? Si un chico mata a tiros a sus compañeros, ¿es culpa de las violentas películas de Tarantino? Cuando ocurre una tragedia, lo más fácil siempre es señalar culpables, no buscar explicaciones. En este sentido, la novela también reflexiona sobre eso, al jugar con la idea de la conversión demoniaca a través de una película. ¿Cuántos millones de personas han visto ‘Superman’ desde que se hizo la primera película? Pero los niños que se han lanzado desde una ventana creyendo volar no llegan a diez. ¿Es cúlpa de la película? ¿De verdad somos tan ingenuos de culpar al cine por cualquier cosa que haga un individuo entre millones de espectadores? Eso sí que es fantasía y no mi novela.

El misterio en torno al cual inicialmente investigan el inspector de Scotland Yard, Andrew Carmichael y su joven detective Harry Logan, es un atrocidad increible: los habitantes de un pueblo brutalmente asesinado por sus hijos, toda un aldea borrada de la faz de la tierra, los propios niños asesinos quemados vivos, a su vez en la iglesia, el pastor decapitado y crucificado. ¿Por qué todo este horror no se muestra en primera persona al lector, pero sólo se describe por un tercero? ¿Demasiado horrible para decirse a sí mismo?

La apertura de la novela tiene también su apertura cinéfila. Necesitaba que el lector estuviese asustado, preocupado, durante toda la lectura, pensando siempre que algo horrible puede pasar en cualquier momento. Pero no es fácil escribir sobre temas demoniacos, proque puede caerse con facilidad en el ridículo, o en la repetición. Recordé entonces al maestro Alfred Hitchcock. En su libro de entrevistas con François Truffaut –magistral, imprescindible-, el director francés le preguntaba al británico qué le llevó a concebir en 1960 un crimen tan brutal como fue el de la ducha de ‘Psicosis’. Hitchcock le explicó que no quería pasarse la película matando a gente para que el público estuviese asustado, por lo que prefirió un crimen muy duro al principio: no sólo es una muerte salvaje –por la violencia y por el erotismo- sino que además quien muere es la gran estrella de la película, Janet Leigh. ¡¿Quién se carga a la estrella en el primer rollo?! Desde ese momento tenía al público en el bolsillo. Así que decidí seguir su consejo, y concebir un crimen brutal –todo un puebli- a manos de los más inocentes -los hijos-. Narrarlo en directo hubiese sido ya, creo excesivo para el comienzo. Además, hubiese sido demasiado truculento y aterrador, y he querido que primase el misterio y la intriga por encima del terror.

En cierto momento de “La fiesta de Orfeo” sucede un verdadero asalto de personas sin hogar, claramente pocedidos, a la estación de Scotland Yard. Todo esto es claramente una cita, muy precisa para ser honesto, de las película de zombis ¿Lo agota en todo esto su significado? En la novela, sin embargo, en este punto se habla del momento del rescate de Satan, cuando primeros en obedecerle seranlos animales y quién está más lejos de la gracia de Dios ¿Quien es extremadamente pobre es al mismo tiempo alejado de Dios?

Permite que te aclare que aunque, desde luego, evoque a las películas de zombis, en realidad ese asalto no era más que una referencia clara al Asalto a la comisaría del distrito 13, de John Carpenter. En cuanto a la otra cuestión que planteas –muy interesante, por cierto-, creo que le daría la vuelta. No es que los pobres y débiles estén más alejadas de Dios, sino que son más fácilmente dominables por Lucifer. Recordemos a las “criaturas de la noche”, que controla el Drácula de Stoker. En teoría, los pobres, los que sufren, los condenados, los desheredados, son más fáciles de tentar por las fuerzas del mal –cuidado, hablo desde una perspectiva fantástica. La persona más pobre puede ser más honrada que el presidente de una nación; aunque eso no es tan difícil, ¿verdad?-. También en la Biblia se hace alguna mención al tema, a los ejércitos del mal, copuestos por las criaturas menos recomendables y por los seres humanos apartados de la sociedad. No es que Dios los olvide –o sí, no los sé-, pero al sentirse ellos olvidados, es más fácil aceptar a otro dios.
¿En su opinión como es considerado en España el fantástico, especialmente el relacionado con el horror, al oscuro y gótico? ¿Y en el resto de Europa?

Con franqueza, no sé en el resto de Europa, pero en España está muy mal considerado. España tiene la suerte de ser un país con una gran tradición de excelentes escritores, pero tiene la desgracia de ser un país donde muchos, una mayoría de los escritores, quieren ser Cervantes, o Unamuno, o Cela, o cualquiera de los grandes. La literatura de entretenimiento, de género, la que hace que nos enamoremos de los libros, la que nos hace soñar y disfrutar, está muy mal vista. En el cine ocurre igual. Después se quejan de que los niños celebren Haloween, pero es que el cine de Hollywood se ha encargado de vender, orgulloso, sus tradiciones, y en España, la mayoría de los escritores y directores se dedican a crear sobre su universo personal, olvidando su universo más próximo. No obstante, debo decir que en los últimos años están reforzándose una serie de escritores de fantasía, terror, y por supuesto novela negra, que son realmente buenos. Por desgracia, muchos de ellos triunfan más fuera del país. Es que en España no se lleva muy bien el talento ajeno, nos pone nerviosos.


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